Este espacio en [de]construcción es un registro de cuerpas asesinadas en la crueldad que la heterosexualidad como régimen político detenta para ciertas existencias.

Travas, tortilleras, maricas, tomboy, prostitutæs, mujeres trans, mujeres estigmatizadas, trabestias, racializadas, migrantas, monstruas, cuerpas mutantas, que ya no están.

Aquí hay muertas, maravillosas existencias, quitadas de la vida por los eternos envidiosos de su maravillosidad. Hay muertæs bilipendiadas por la prensa y la sociedad, de esæs que desbordan los márgenes de la pacificación forzada de estos tiempos y que son auto-responsabilizadas por los asesinatos, agresiones y vejaciones que se les cometieron.

Aquí hay muertas, estigmatizadas porla normalidad que procrea constante distintas formas para intentar controlarnos, para intentar aniquilar y desposeernos de la potencia de nuestras rarezas y capacidad de singularizar.

Aquí hay muertas, asesinadæs, a quienes matan no sólo para quitar una vida, sino como método para expropiarnos a muchas, la capacidad de intentar otras vidas posibles fuera de las trazadas por el deseo de normalidad.


Este espacio es al mismo tiempo un archivo, un homenaje, un memorial. Es también otras cosas... tal vez un vómito, un canalizador, una tormenta de lágrimas poderosas. Es un llamado al recuerdo, un aullido de guerra a la guerra, un entramado de historias de læs desterradæs de la Historia oficial. Es un latido de memoria, una llamada a no dudar de lo que presencian nuestros sentidos cuando percibimos el exterminio que nos rodea, una maldición a quienes nos han puesto las manos encima para dañarnos. Aquí en este espacio cubierto de muertæs, no hay hechos aislados.



Y Hay tantas y quisiera nombrarlas a todas, no olvidar a ninguna. Con todæs en el putito corazón...




domingo, 31 de diciembre de 2017

Irma Ferreyra da Rocha, la cruda invisibilidad y exclusión de las cuerpas precarizadas


“El sábado 17 de diciembre Irma Ferreyra da Rocha fue violada, empalada y abandonada en una ruta de Villa Bonita, Misiones. La dejaron con los pantalones por la rodilla. La lastimaron con una rama de un árbol que la hizo sangrar hasta morir. Fue encontrada agonizando y pidiendo auxilio por un vecino de la zona. La llevaron hasta el hospital Madariaga. Le realizaron tres operaciones, pero no la pudieron salvar. Murió el domingo 18 de diciembre de un paro cardiorrespiratorio. Irma tenía 47 años y siete hijos.” Dice la noticia.

No sé si porque Irma era empleada doméstica. Si porque vivía en “el interior”. Si porque era una mujer trabajadora. Si porque mantenía a sus hijos con su trabajo. Si porque no tenía el Glamour de las “divas”. Si porque era pobre y oscura. Parece que sus gritos no se oyeron. Poco se la nombró y honró.
Según su hermana: “Gritaba como un animal de dolor. Eso no se me va a ir nunca. Tenía sangre en la cara, toda golpeada. Le dije ‘Irma te amo, pone fuerza’. Ella me dijo ‘no puedo más”.
Siento que soy Irma y que todas podemos ser Irma.
La crueldad de su muerte nos habla de una realidad cada vez más perversa, a la que tenemos que responder.
Pienso que hay que responder con más empoderamiento. Con más palabras y menos silencios. Con más comprensión del lugar en el que nos coloca el patriarcado. Con menos ingenuidad y más confianza en nosotras mismas. Con más debate de ideas y sororidad entre nosotras. Con más amor- porque no nombrarlo- con más amor y decisión de lucha. Con una capacidad dialéctica que nos permita no enredarnos en los matices secundarios y poder trabajar sobre lo importante. Unir y tramar, entretejer y construir, parir la esperanza de un mundo mejor."
Mónica Olier.