Este espacio en [de]construcción es un registro de cuerpas asesinadas en la crueldad que la heterosexualidad como régimen político detenta para ciertas existencias.

Travas, tortilleras, maricas, tomboy, prostitutæs, mujeres trans, mujeres estigmatizadas, trabestias, racializadas, migrantas, monstruas, cuerpas mutantas, que ya no están.

Aquí hay muertas, maravillosas existencias, quitadas de la vida por los eternos envidiosos de su maravillosidad. Hay muertæs bilipendiadas por la prensa y la sociedad, de esæs que desbordan los márgenes de la pacificación forzada de estos tiempos y que son auto-responsabilizadas por los asesinatos, agresiones y vejaciones que se les cometieron.

Aquí hay muertas, estigmatizadas porla normalidad que procrea constante distintas formas para intentar controlarnos, para intentar aniquilar y desposeernos de la potencia de nuestras rarezas y capacidad de singularizar.

Aquí hay muertas, asesinadæs, a quienes matan no sólo para quitar una vida, sino como método para expropiarnos a muchas, la capacidad de intentar otras vidas posibles fuera de las trazadas por el deseo de normalidad.


Este espacio es al mismo tiempo un archivo, un homenaje, un memorial. Es también otras cosas... tal vez un vómito, un canalizador, una tormenta de lágrimas poderosas. Es un llamado al recuerdo, un aullido de guerra a la guerra, un entramado de historias de læs desterradæs de la Historia oficial. Es un latido de memoria, una llamada a no dudar de lo que presencian nuestros sentidos cuando percibimos el exterminio que nos rodea, una maldición a quienes nos han puesto las manos encima para dañarnos. Aquí en este espacio cubierto de muertæs, no hay hechos aislados.



Y Hay tantas y quisiera nombrarlas a todas, no olvidar a ninguna. Con todæs en el putito corazón...




sábado, 9 de julio de 2016

Mónica Briones (8 de julio 1950 - 9 de julio 1984)

Dios mío, ¿por qué de esta manera?”, alcanzó a musitar Cristina Briones cuando terminó de examinar el cuerpo de su hermana mayor que yacía en el Servicio Médico Legal. No era su hermana. Al menos, en ese momento le costaba reconocerla. La recordaba muy atractiva, de grandes ojos claros, tez blanca, de amplia sonrisa. Lo que yacía ahí era un “guiñapo” como escribió  Pedro Lemebel en una de sus tantas crónicas en la que recuerda a la artista. Tenía rostro lozano, “afrancesado” decían algunas, “de bonitas facciones” dicen otras que la conocieron en fiestas, exposiciones, en la calle, por el Parque Forestal cuando vendía sus pinturas vestida de negro y pelo muy corto, “a lo Mía Farrow”, dicen.
Nadie pudo ayudarla esa noche del 9 de julio de 1984 cuando tuvo que enfrentar una muerte trágica, horrenda, con el típico ensañamiento hacia quienes asumen públicamente su sexualidad, más en esos años de conservadurismo exacerbado, de dictadura, de añorado hippismo y amor libre.
Mónica Angélica Briones Puccio fue asesinada un día después de su cumpleaños número 34. Un desconocido “con pinta de nazi”, como consta en las declaraciones, la asesinaron hace 30 años en pleno centro de Santiago a punta de patadas y golpes que le destrozaron el cráneo.