Dicen que un texto
de arenga política debe ser breve si quiere lograr el efecto de
estimular una acción. Este no será el caso aunque se piense a sí
mismo como un texto de guerra. Y no será breve porque no está
escrito para simplemente realizar una acción un
día-palo-y-a-la-bolsa-y-mañana-será-todo-mejor-yo-puse-mi-granito-de-arena.
Este texto pretende conmocionar, quedan todas formalmente advertidas.
Si siguen leyendo es bajo su propio riesgo. Riesgo de querer sostener
un estado que supere la foto publicada en fachabuk para la promoción
personal.
El relato de las
últimas horas de vida de Melina es tan atroz que quién haya tenido
el coraje para someterse a la escucha de la lectura de la declaración
de su amiga Melody es probable que no consiga recuperar la calma me
atrevo a decir en un mucho tiempo.
Cuando Daniel Torres
fusiló a la Pepa Gaitán me amargué porque otra menos de esas
chonga espléndidas, esas que te dan ganas de ser más chonga
marimacho, se nos iba en manos de un heterosexual asesino. Del hecho
tengo la imagen de la foto de la Pepa pelo corto y musculosa que
circuló por todos lados y que aún hoy lo hace: un bomberazo hermoso
sonriendo con franqueza, una torta con la que saldría encantada a
dar una vuelta en moto y mucho más.
Cuando Alejandro
Angulo, Raúl López, Fabián Mora y Patricio Ahumada aka Pato Core
torturaron durante 6 horas en pleno centro de Santiago de Chile al
joven Daniel Zamudio, que murió pocas semanas después debido a las
heridas inflingidas en su cuerpo por parte de estos tipos lloré
mucho, mucho. Tengo una imagen sonora grabada que no vi pero que mi
cerebro reconstruye hasta tal punto de sentir que es a mí a quien se
lo hicieron o como si por lo menos hubiera estado ahí: es el crack
del hueso roto de la pierna de Daniel; “Como cuando se rompe un
hueso de pollo” declaró uno de sus asesinos. Recuerdo que fui a la
casa de un amigo que tenía en aquel entonces y escribimos dos textos
que hoy se conoce como Daniel y Ninguna agresión sin respuesta.
Organizar la rabia o el Pete ese. Fue nuestra manera de reclamar
venganza y de hacer catarsis con una risa que siempre intentábamos
no perder como travestismaricalesbianas estupendas que éramos. Como
desde la masacre de Trelew, decimos venganza. Luego nada pasa.
Ahora la asesinaron
a Melina. Circulan muchas fotos de ella porque era realmente bonita y
fotogénica, pero hay una selfie, que marca el ritmo de nuestros
tiempos, donde yo la veo hermosa, alegre, entusiasmada, con ganas de
hacer con su vida algo copado, divertido, original, tal vez distinto
que el ciclo de escuela de mierda novio celoso maternidad adolescente
y forzosa matrimonio abusivo violencia doméstica y de género
pobreza endémica alimentación a farináceos estrogenización
patologizante personal de maestranza servicio doméstico trabajo de
mierda que se le reserva a las rochas o culisueltas de nuestro país.
Melina tenía ganas de pasarela bien, de hacer con su vida algo más
que ser la buena madre de familia y hogar devota de su castidad pudor
e hijos que se pretende de cada cuerpo con vagina de este universo
hetero, como muchas de nosotras, como la Pepa y como Daniel, incluso
como María Soledad Morales. Pero acá no hay ninguna monja que avale
y legitime a la oveja descarriada para que se organice una tras otra
marchas que salven el honor de una vida que no se salvó. Del
asesinato de Melina Romero, de cuyos asesinos conocemos el nombre de
Joel Fernández, aka el Chavo o el Chavito, Javier El Pelado
Rodríguez, Toto hijo del César Sánchez, Elías Juan Carlos El
Narigón Fernández (que no tiene la nariz grande), me toman por
entera detalles que no quiero recordar más: la cantidad de horas que
la violaron (desde las 3 de la tarde por lo menos hasta las 23hs), la
manera en la que a golpes la hicieron mierda, hasta le faltaba un ojo
de tanto que le pegaron en la jeta incluso patadas tendida ya en el
piso para poder violarla una y otra y otra vez hasta ya no tener más
ganas, hasta quedar completamente saciados de violencia en la
carnicería en la que convirtieron el cuerpo de una chica de 15 años
y luego, aún con vida y respirando colocarle una bolsa de plástico
en la cabeza para tirarla al río, literalmente. No quiero hacerte yo
mierda a vos pero tengo que pedirte que la mires conmigo una vez más,
que nos agarremos la mano y nos sumerjamos en la producción de un
recuerdo que no tuvimos pero que necesitamos sentir como si fuera
nuestro el cuerpo que estuvo ahí siendo masacrado por la inclemencia
violadora de esas pijas asesinas heterosexuales y patriarcales con
nombre apellido y familia, porque no son monstruos, o errores, estos
tipos son hijos sanos del heteropatriarcado, y porque pese que esto
podría haberle pasado a cualquier de nosotras, no nos pasó a
nosotras pero es menester sentirlo en la carne como si nos hubiera
pasado a todas y cada una de nosotras, poder ser todas Melina.
Necesito que la
veamos en sus últimas horas, defendiéndose de brutales penetradores
heterosexuales que se aprovecharon de que eran muchos, como hacen las
bandas, de que estaba drogada, como una se pone cuando piensa que
está entre gente amiga, de que eran varones, se aprovecharon porque
vivimos en un régimen donde es posible hacer esto y que nadie, pero
nadie se indigne como se indigna la gente cuando se le quitó la
vida, sin duda de manera injusta, a un chico rubiecito de la clase
alta en un secuestro extorsivo de un empresario (como el hijo del así
llamado ingeniero Blumberge) al punto tal de reformar el código
penal; o cuando una patota sindical asesina, sin duda injustamente,
asesinó a un chico blanco de la clase media estudiante comprometido
por la causa socialista como aconteció con Mariano Ferreyra del
Partido Obrero. La tortura infinita, la violación seguida de muerte
de Melina correrá una suerte aún peor que la de Luciano Arruga.
Tampoco hay, como ya dije antes en referencia al caso de María
Soledad Morales, una monjita buena y virtuosa que subsane las faltas
morales que la sociedad le achaca a Melina y que justifica para esta
sociedad que produce este modelo de virilidad hegemónica su
asesinato. Para Melina no hay marcha, no hay manifestación, no se
cortará ninguna calle, no se manifestará ningún partido, no se
movilizará ninguna individualidad, no estará el movimiento
estudiantil secundario y universitario reclamando nada en las calles,
no se quemará ningún patrullero ni dependencia policial, su cara no
será retratada en murales en plazas públicas o banderas, las notas
periodísticas harán hincapié en su condición de “fanática de
los boliches”, en la joda, en la noche, en que dejó la escuela, en
que tenía muchos perfiles en redes sociales y ningún novio fijo,
todos pecados de la buena conducta microfascista que explican por qué
le hicieron lo que le hicieron, porque a las chicas buenas nadie las
mata (por eso María Marta García Benzulce también está muerta, en
un barrio privado y en manos de su marido, no?); nadie, repito, se va
a indignar publicamente al punto de boicotear o accionar o hacer nada
porque matar a las melinas no solamente es algo tan común y
corriente que pasa usualmente desapercibido, sino que goza del
beneplácito del común denominador de la apática población que
sustenta el orden heterosexual criminal violador y hegemónico donde
todo el tiempo se viola, se tortura y se mata a travestis,
transexuales, tortilleras (las marimachas especialmente) y
mariquitas. Las mismas personas que se lamentan por el asalto del
turista gringo en el barrio de La Boca a manos del motochorro, que no
osarían jamás burlarse y se acongojan de la mala fortuna de la
familia Blumberg o Ferreyra son las que no solo se alegran de la
muerte tras violación y tortura durante casi 10 horas de una chica
adolescente sino que criminalizan a su madre y su amiga junto con la
asesinada por ser mujeres no blancas, pobres y no concordar con los
estándares de pacífica decencia que se le ordena a cualquier cuerpo
no “varón” dentro de la heterosexualidad como régimen político.
Se lo buscó, una menos, por algo será, y que querés, le pasó por
puta y drogadicta, se lo merece...